Antoine de Saint-Exupéry legó a la humanidad una de las obras literarias más sublimes escritas hasta ahora, convocando a quienes la leen a hacer de la vida algo más que un sueño real.
Este lunes se conmemoran 79 años de la desaparición física de Antoine de Saint-Exupéry, un hombre que amó la aviación tanto como la literatura. Su vida se truncó mientras cruzaba el Mediterráneo a bordo de un Lockheed Lightsning P-38, en los meses previos al fin de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, dejó al mundo un legado literario tan poco fecundo como digno de admirar. Inspirado en sus experiencias como piloto, legó constancia de sus pasiones de elevarse para surcar los cielos en obras como El Aviador, Tierra de Hombres, Piloto de Guerra y Carta a un Rehén. Pero sin dudas es El Principito el texto que lo catapultó a la fama internacional, contradictoriamente después de su muerte.
Se trata de Antoine de Saint-Exupéry, nacido en Francia con el inicio del siglo XX, huérfano de padre a temprana edad y apasionado luchador por cumplir sus sueños. Su formación aristocrática no le impidió hacer de la aviación una de sus más grandes pasiones, que le sirvió de baluarte para dejar constancia, por medio de la escritura, de las aventuras y experiencias vividas en el contexto de la guerra.
Fue hacia 1943 cuando De Saint-Exupéry publicó El Principito, uno de los textos más sublimes de la literatura universal, que escribió en Nueva York. El carácter aparentemente infantil de la obra, conduce a quienes lo leen por primera vez a pensar en que se trata de un texto destinado en exclusiva al público infantil; sin embargo, las reflexiones a las que invita su diminuto protagonista a lo largo del desarrollo, hacen concluir que es un libro para el disfrute de todas las edades.
Quienes lo leen en diferentes etapas de su existencia, coinciden en descubrir nuevas enseñanzas, lecciones y motivaciones para enfrentar el oficio de vivir.
La maestría con que De Saint-Exupéry cuenta la historia de un asombroso niño que un piloto encuentra en el desierto del Sahara, luego de que su avión se averiase, despierta los más sensibles sentimientos humanos hasta en los lectores más reticentes.
De Saint-Exupéry nos descubre a un pequeño príncipe, proveniente de otro planeta, que le ayudará a entender el mundo desde una óptica diferente, con acciones simples, pero desbordantes de enseñanzas que refuerzan los valores universales de compromiso, esfuerzo, honestidad, amor y felicidad.
A continuación, reflexionemos juntos sobre las 10 lecciones de esta singular obra:
1. «Todas las personas mayores fueron al principio niños aunque pocas de ellas lo recuerdan».
De Saint-Exupéry nos invita a dejar despierto al niño interior que todos los seres humanos llevamos dentro. Si bien la edad adulta implica asumir conscientemente determinadas responsabilidades, debe dejarse espacio para soñar, en homenaje al ser mesurado que en algún momento fuimos, y que en todo encontraba la belleza sin agobiarse por las exigencias de la vida.
2. «Caminando en línea recta no puede uno llegar muy lejos».
Los seres humanos en ocasiones nos resistimos a dejar nuestra zona de confort, por temor a lo desconocido. Sin embargo, en ocasiones esto nos limita y no nos deja avanzar para perseguir y hacer realidad nuestros sueños.
3. «Fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante».
Cuando pasamos mucho tiempo con una persona, la vamos conociendo, admirando y respetando, hasta el punto de que se convierte en un ser importante, imprescindible y única en nuestra vida.
4. ´»Si tú me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Tú serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo».
Compartir con una persona, sea o no por medio de la convivencia, es indicativo de compenetración. Llega el momento en que somos capaces de conocernos mutuamente hasta en los más mínimos detalles. En ese sentido, se construyen lazos de amistad, compañerismo o amor muy fuertes, que nos hacen dependientes, al extremo de que cuando nos separamos anhelamos volver a estar juntos y ser cómplices de todo lo que nos acontece en el plano de la existencia.
5. «Es mucho más difícil juzgarse a así mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio».
Los seres humanos nos empeñamos en juzgar las acciones de los demás por medio de críticas que en ocasiones, no son constructivas. Sin embargo, la mayoría de las veces no somos capaces de ver nuestros defectos, ni de reconocer nuestras fallas. La aceptación de los demás, con sus virtudes y sus defectos, debe comenzar por el reconocimiento de nosotros mismos. En esencia, constituye un acto de madurez plena y de armonía con el mundo.
6. «Será necesario que soporte dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas».
Sin dudas, De Saint-Exupéry nos regala un mensaje de esperanza con esta frase. A veces la vida nos pone a prueba haciéndonos pasar por situaciones difíciles; sin embargo, después de periodos en que parece que no existe solución para los conflictos, viene la calma y todo fluye de un modo más reposado.
7. «Sólo con el corazón se puede ver bien, lo esencial es invisible a los ojos».
Esta es quizás la enseñanza más universal de la obra. Nos habla del peligro de juzgar a los demás por las apariencias. En la vida cotidiana coincidimos con todo tipo de personas, de diferentes aspectos físicos, procedencias, oficios, profesiones o estatus económico. Sobre la base de las imágenes que proyectan, las juzgamos como buenas o malas personas. Sin embargo, sólo cuando llegamos a conocer su manera de ser, pensar o actuar, es que podemos establecer un juicio crítico o medianamente objetivo de su esencia como seres humanos.
8. «Es una locura odiar a todas las rosas porque una te pinchó. Renunciar a todos tus sueños porque uno de ellos no se realizó».
La novela en este caso, nos deja un mensaje claro: las segundas oportunidades existen y deben aprovecharse. En primer lugar, De Saint-Exupéry revaloriza las relaciones humanas, en el sentido de que no debemos dar la espalda a las amistades o al amor porque una primera experiencia resultó negativa. No todas las personas o circunstancias son iguales. En segundo lugar, cuando la misma dinámica de la vida impide la materialización de un deseo en un momento determinado, se impone luchar por concretarlo más adelante, más preparados y fortalecidos ante la existencia. Siempre aparecerán otros horizontes que alcanzar.
9. «Me pregunto si las estrellas se iluminan con el fin de que algún día, cada uno pueda encontrar la suya».
Este pensamiento nos indica el universo de oportunidades a explorar en el terreno de la vida. Debemos hurgar en todas las opciones que el destino nos pone por delante, hasta encontrar nuestro verdadero camino, y descubrir en qué somos realmente buenos.
10. «Se debe pedir a cada cual, lo que está a su alcance realizar».
Esta reflexión de El Principito nos habla de la comprensión y el reconocimiento de nuestras capacidades y las de los demás, para emprender determinadas acciones en la vida. En ocasiones, nos empeñamos en que nuestros familiares o amigos realicen actividades o desempeñen profesiones que consideramos óptimas para ellos; pero obviamos sus limitaciones intelectuales o físicas. Reconocer la diversidad de caracteres y aptitudes es una virtud.
El Principito se encuentra publicada en más de 250 idiomas y dialectos, y ha sido versionada para el cine, los dibujos animados y el teatro musical. La vigencia de sus lecciones ha provocado el surgimiento de grupos de autoayuda y crecimiento personal en las redes sociales digitales.
Fuente: TeleSur
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